Pedro
concluyó el tema de sufrir como cristiano en al fin del capítulo cuatro: “De modo que los que padecen
según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el
bien” (1ª Pedro 4:19). Él nos da tres consejos para situaciones
difíciles.
Nuestro sufrimiento es la voluntad de Dios.
Es posible
que nos sorprenda cuando dice Pedro que los cristianos “padecen según la
voluntad de Dios.” Aunque los lectores sufrían injustamente sin causa, Pedro
les aseguró que esas dificultades no le sorprendieron a Dios; más bien, Dios
las había ordenado y las había diseñado para que la gloria de Jesucristo se difundiera de las vidas de sus seguidores (4:13). Recordemos que la voluntad de Dios es su propia
gloria; no es nuestra comodidad.
Nuestra necesidad más grande en los sufrimientos es confiar en el Dios soberano.
Porque
tenemos un Dios soberano, Pedro nos ruega que pongamos nuestras vidas en las
manos de nuestro “fiel Creador.” Muchas veces dejamos de obedecer la Palabra de
Dios cuando vengan dificultades. No tomamos en cuenta que Dios, quien creó todo
el universo y lo mantiene para su gloria, es capaz—más que capaz—de gobernar
nuestras vidas por medio de las dificultades (5:10–11). Confiemos en Dios con
nuestras vidas.
Nuestra responsabilidad en los sufrimientos es obedecer la Palabra de Dios.
Pero, ¿qué
debemos hacer? Mientras confiamos en
nuestro Dios soberano, quien ordenó nuestros sufrimientos, debemos “hacer el
bien.” Debemos pasar nuestras vidas en santidad (1:13–16; 2:11–12), obedeciendo
las autoridades (2:13–3:6), y amándonos unos a otros (3:8; 4:8–11).
Las
dificultades exigen obediencia bíblica. Cuando vengan sufrimientos o
dificultades, confiemos en Dios y hagamos el bien.
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