Una oración de gratitud por la resurrección de Jesucristo


Padre, nos acercamos a ti con toda confianza en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, el Autor de la vida, a quien has resucitado de los muertos (Hechos 3:15). Hoy queremos darte gracias por la confianza que la resurrección de Jesucristo nos brinda. 

Te damos gracias por la confianza que tenemos por medio de la resurrección en la intercesión de Jesús por nosotros. 

Siempre oramos en el nombre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que fue declarado el poderoso Hijo de Dios por la resurrección de entre los muertos (Romanos 1:3–4). Sabemos que nos oyes porque Cristo murió; más aun, también resucitó y ahora está a Tu diestra, intercediendo por nosotros (Romanos 8:34). Por medio de su resurrección, Jesús vive siempre para interceder por nosotros (Hebreos 7:25).

Te damos gracias por la confianza que tenemos por medio de la resurrección en la seguridad de nuestra salvación en Cristo. 

Padre, creemos en ti que levantaste de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación (Romanos 4:24–25). En su resurrección, nuestro Salvador Jesucristo quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio (2ª Timoteo 1:10), demostrando la supereminente grandeza de tu poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de tu fuerza, la cual operaste en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a tu diestra en los lugares celestiales (Efesios 1:19–20). Bendito seas, Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según tu grande misericordia nos hiciste renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos (1ª Pedro 1:3), en quien creemos, a quien resucitaste de los muertos y le has dado gloria, para que nuestra fe y esperanza estén en ti (1ª Pedro 1:21).

Te damos gracias por la confianza que tenemos por medio de la resurrección por la cual nosotros también resucitaremos. 

Jesús nos dijo que es la resurrección y la vida; nosotros que creemos en él, aunque muramos, viviremos. Y todo aquel que vive y cree en él, no morirá eternamente (Juan 11:25–26). Porque él vive, nosotros también viviremos (Juan 14:19), pues tu Espíritu que levantó de los muertos a Jesús mora en nosotros. Tenemos confianza de que, habiendo levantado de los muertos a Cristo Jesús, vivificarás también nuestros cuerpos mortales por tu Espíritu que mora en vosotros (Romanos 8:11). Sabemos que resucitaste al Señor Jesús, y a nosotros también nos resucitarás con Jesús, y nos presentarás juntamente con todos los que están en Cristo (2ª Corintios 4:14). Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo; el cual transformará nuestro cuerpo humilde, para que sea semejante a su cuerpo glorioso (Filipenses 3:20–21; cp. Romanos 6:5). Padre, queremos conocer a Jesús, experimentar el poder de su resurrección y participar de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte y también en su resurrección de entre los muertos (Filipenses 3:10–11).

Te damos gracias por la confianza que tenemos por medio de la resurrección de que Jesucristo venga de nuevo a la tierra y que reine en justicia, juzgando todo pecado. 

Dios, tú has establecido un día en el cual juzgarás al mundo con justicia, por medio de Jesucristo, a quien designaste por haberle levantado de los muertos (Hechos 17:31). Por eso, no tememos, porque Jesucristo tiene las llaves de la muerte y del Hades (Apocalipsis 1:18).

Oramos en el nombre del que es el primero y el último; y el que vive, aunque estuvo muerto, Jesucristo, el que vive por los siglos de los siglos, amén (Apocalipsis 1:17–18).

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