¿Por qué Jesús nos mandó recordar su muerte con una cena?
Para los que están viendo por primera vez, puede parecer raro celebrar la muerte de nuestro Líder con una cena. Claro, celebramos muchos eventos con una cena: los cumpleaños, un aniversario, un logro personal o en la carrera, la Navidad. Pero celebrar la muerte de Jesús con una cena juntos es precisamente lo que hacemos todos los meses como iglesia, en obediencia al mandato de nuestro Señor Jesús.
El apóstol Pablo, citando las palabras de Jesús en vísperas de su muerte, cuando mandó a sus discípulos a recordar su muerte con el pan y la copa, dice, Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed… (1ª Corintios 11:23–24). Pero, ¿por qué una cena? Creo que podemos dar dos razones.
Primero, el trasfondo histórico de la cena del Señor fue otra cena, la Pascua de los judíos, la cual celebraban todos los años. En Lucas 22:7–13 leemos de la historia de la cena de Jesús con sus discípulos.
Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos. Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare, y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí. Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua.
Lucas destaca la autoridad de Jesús de mandar a sus discípulos, de ordenar la cena, de arreglar todos los detalles de esa celebración de la Pascua. Bien recordamos que la Pascua fue una cena, constituida por Dios para los israelitas, que recordó el momento en que Jehová sacó a su pueblo Israel de la esclavitud en Egipto. Después de esa noche, Jehová mandó que los israelitas celebraran la Pascua todos los años para recordar la salvación de Israel de Egipto.
Pero en esta cena, Jesús cambia el significado de la Pascua. Los judíos no tenían la autoridad de cambiar la Pascua, una celebración instituida por Dios y mandada en la ley de Dios, pero Jesús, el Hijo de Dios, sí tiene autoridad. Dijo Jesús en Lucas 22:19–20 así:
Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.
Por eso, hoy día, no celebramos el rescate de Israel de Egipto, sino celebramos nuestra salvación del pecado por medio de la muerte de Jesucristo. Él murió en nuestro lugar, derramando su sangre para cancelar nuestra deuda, sufriendo la muerte que merecemos nosotros. Hoy día proclamamos con una cena que la muerte de Jesucristo nos dio vida y es la muerte de Jesucristo que nos ha reunido en la iglesia.
Segundo, celebramos la muerte de Jesús con una cena porque es una proclamación de la comunión que tenemos con Dios por medio de la muerte de Jesús. En toda la historia, el hecho de cenar juntos es la expresión máxima de tener paz, de compartir juntos, de dejar de lado la enemistad. En la mesa compartimos la comida, el tiempo y el mismo propósito. Al compartir esta cena, ¿qué estamos plasmando?
Declaramos que tenemos paz con Dios en la cena del Señor.
Cuando Jesús, que no conoció pecado, fue hecho pecado por nosotros, hizo que fuésemos hechos justicia de Dios en Él (2ª Corintios 5:21). El sacrificio de Jesucristo quitó la hostilidad que nuestro pecado provocó entre nosotros y Dios, y es aquel sacrificio que celebramos hoy día. La muerte de Jesús nos reconcilió con Dios. La copa que tomamos todos representa la sangre de Jesús, derramada en sacrificio por nosotros. Somos perdonados de nuestros pecados a través de la muerte de Jesús.
Fuimos enemigos de Dios, pero ahora en Cristo, nos sentamos en su mesa como sus hijos.
Declaramos que somos el cuerpo de Jesucristo en la cena del Señor.
El sacrificio de Jesucristo también quitó la hostilidad entre nosotros, así que somos uno en Cristo, y celebramos la unidad que tenemos en Él con esta copa. La muerte de Jesús nos reconcilió unos con otros. El pan partido representa el cuerpo quebrado de Jesús que todos compartimos. El pan también es una figura de nuestra unidad en Cristo. Hoy día, un solo pan fue dividido para que todos lo pudiéramos compartir. Todos comeremos el mismo pan. Todos los que estamos en Cristo hemos compartido del Pan de vida, Jesucristo.
Antes éramos enemigos (Tito 3:3), pero ahora en Cristo, nos sentamos en esta mesa como hermanos y hermanas.
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